19.9.08

La oportunidad de oro, por Cristina Zeledón

No hay duda que Costa Rica está bajo la protección de la Virgen de los Angeles y que el Espíritu Santo sopló fuerte en la Sala Constitucional. Sin embargo sería fantástico que diera un saltito hasta la Asamblea Legislativa, total no son más de tres cuadras.

Cuando ya estábamos al borde... borde... una resolución sabia y justa advierte que los pueblos originarios, tienen derecho a ser consultados y escuchados.

Pero para evitar semejante “aberración” el Ministro de Comercio Exterior, propone que “mejor quitar el párrafo que les confiere ese reconocimiento a los verdaderos fundadores de esta patria”. Vergüenza ajena y rabia ancestral es la que siento en estos momentos.

¿Cómo reaccionarán los señores y señoras diputados? ¿Se plegarán a este recurso legalista o tendrán la decencia de reconocer que ha sido un error legislar solo teniendo en mente a los grandes empresarios y no al pueblo completo de este país?

Pero aparte del decoro y señorío que supone aceptar con humildad la falta cometida y proceder como manda nuestra Constitución Política, sería estupendo que de pronto el grupo de los G 38-9 se informen un poquito sobre lo que está ocurriendo con la economía de nuestro potencial socio en el TLC.

La recesión ya anunciada y en marcha de los Estados Unidos, advierte al mundo que ya los gringos no podrán comprar todas las cosas que antes compraban. O sea, el mercado se va a contraer a límites no imaginados. De tal manera que quienes se estaban preparando para exportar a granel, se van a quedar con sus bodegas repletas y en cambio, la avalancha de los productos que no tengan salida en ese país van a inundar nuestros supermercados, liquidando literalmente a nuestros pequeños productores.

Parodiando al gran maestro García Monge “que ellos nos consideren su patio trasero es una gran soberbia, pero que nosotros hagamos todo lo posible por serlo, es una verdadera ignominia”.


Ese fiasco comercial y la obligada entrega de nuestras preciadas instituciones y, si no nos ponemos vivos, también de nuestros mares y costas, será el saldo final de un TLC, que además de dividir al país, ha costado quién sabe cuantos millones, primero en propaganda y luego en los costos de diputados (me refiero a las dietas no a otro tipo de costos), jueces y funcionarios públicos dedicados por entero durante 28 meses al trámite de ese Tratado.

¿Será mucho esperar que nuestros legisladores entiendan que ya cumplieron con su compromiso con el Presidente y que ahora ese compromiso debe ser con 40.000 ciudadanos y con sus comunidades que por ningún motivo deben ser tratadas como “el patio trasero de Costa Rica”?

Cerrando este costosísimo capítulo, queda abierta la posibilidad de negociar un nuevo Tratado bi-lateral en que la experiencia acumulada permita que futuros negociadores lo hagan mucho mejor. Esta es la oportunidad de oro que “los padres y las madres de la Patria” no deberían desaprovechar.

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