8.9.08

El poder de las mujeres, por Cristina Zeledón L.





Un querido amigo y gran político, ha tratado desde hace mucho tiempo de tener una gran lista de candidatas aspirantes a los puestos de gobierno más importantes , ya que él está convencido de que las mujeres podemos transformar este país. Pero su frustración es grande porque esa lista nunca pasa de muy pocos nombres, por lo que suele quejarse de que en Costa Rica, a las mujeres a pesar de poder tener una sólida preparación académica y de un coeficiente intelectual superior, desgraciadamente nos falta “vocación de poder” o le “tenemos miedo al poder”. ..

El argumento que yo le he repetido en varias ocasiones es que el poder basado en las estructuras que los varones han venido construyendo desde los inicios de nuestra vida independiente, ese poder formal, realmente no nos atrae. Y, no nos atrae porque experimentamos la ineficiencia del mismo. Y, las mujeres somos intrínsicamente eficientes, condición “sine quan non”, para preservar la vida en el Planeta.

El poder oficial se consolida a través del fortalecimiento de partidos políticos que le sirven de escalera primero y de escudo luego. Se sostiene gracias a prevendas y privilegios que se otorga a allegados y a grupos de influencia y al temor de la mayoría de los empleados públicos a las sanciones y represalias, todo lo cual genera corrupción. Ese poder se ejerce a través de un aparato burocrático, que se convierte en una maquinaria lenta y pesada, con el consecuente desperdicio de recursos económicos y humanos.

Y lo más lamentable, en nuestros países, la estabilidad del poder oficial pasa por los compromisos y sumisión a los intereses internacionales.

Aquí viene la gran pregunta ¿es ese poder formal el que puede enderezar este país, incluso evitar la destrucción del Planeta?

La experiencia histórica es que ese poder se usa no para las soluciones que el mundo requiere sino precisamente para favorecer los intereses depredadores de propios y extraños. Ese poder está orientado a un desarrollo económico a expensas de un bienestar humano.

Es esa la razón por la cual a las mujeres comprometidas con la Vida nos cuesta interesarnos por formar parte de una maquinaria donde no hay espacio para la Esperanza.

El poder que a las mujeres nos interesa es un poder menos rimbombante pero más efectivo. Es el poder cambiar las cosas que andan mal, hacer posible opciones humanitarias, evitar decisiones fatales como la aprobación del TLC y las leyes de la Agenda Complementaria, es el poder que nos permitió hace unos años evitar la pretensión de explorar y explotar petróleo en nuestro país. El poder que hoy estamos utilizando para evitar que se apruebe un Proyecto de Ley que haría posible que la instalación de 22 marinas en el país se realice sin un Estudio de Impacto Ambiental . El poder que impidió la aprobación del Combo. El poder de Mahatma Gandhi, que con un bastón de palo, descalzo y envuelto en una sábana liberó a su país. El poder de Rosa Parks quien logró el reconocimiento constitucional a los derechos de las minorías negras en los Estados Unidos. El poder de “las abuelas de la Plaza de Mayo”, que con un pañuelito blanco en la cabeza y dándole vueltas a la plaza día tras día, logró derrocar a una sangrienta dictadura. El poder de Cindy Sheehan quien con su grito ahogado, recorriendo las ciudades de los Estados Unidos y acampando frente a la Casa Blanca, lucha para que se ponga fin a una guerra absurda.

Ese es el poder que a las mujeres nos interesa. Es el poder que también nos permite decidir sobre nuestro destino. Un poder no para subyugar a los demás sino para sacarnos del montón. Un poder que toma las riendas de todo cuanto hacemos, pensamos y decimos Un poder que le da brillo y profundidad a nuestras ideas, a nuestras palabras y a nuestras intensiones.

La dificultad con que topamos es que aun no hemos encontrado como canalizar y hacer efectivo de manera permanente ese poder en nuestras sociedades. Hasta el momento hemos tenido que estar ausentes o aceptar formar parte de las estructuras de poder que los hombres impusieron hace ya bastante tiempo de acuerdo a su temperamento y estilo masculino de hacer las cosas. Esto obliga a las mujeres que deciden participar en política a jugar un juego ajeno, en una cancha ajena, con intereses ajenos...a los cuales desgraciadamente no muy pocas veces terminan plegándose.

No desconozco el valor que tiene las luchas y aspiraciones de muchos hombres. La construcción de una mejor sociedad es tarea conjunta de ellos y nosotras. Mi crítica es fundamentalmente sobre las actuales estructuras del poder oficial donde las mujeres no encajamos muy bien y desde donde es muy difícil lograr las transformaciones que requiere la sociedad.

Tampoco desconozco el valor inmenso de la lucha de muchas mujeres a lo largo de la historia para que ocupemos puestos de poder en el ejercicio público. Pero el problema es que el objetivo principal de que esas luchas generalmente van orientadas a demandas sobre derechos políticos, sociales y económicos de las mujeres. Luchas que si bien fueron válidas en épocas pasadas y aun hoy día tienen vigencia, yo pienso que la razón fundamental de la participación de la mujer en la política debería ser restituirle a la sociedad el derecho de ésta a contar con el aporte, visión y soluciones que las mujeres podemos aportar.


Como mujer y como ciudadana no quisiera quedarme en este análisis. Aspiro primeramente a que muchas compañeras de ruta, tomemos conciencia de esta realidad y sin apartarnos por el momento de esas canchas ajenas ya que son las únicas, busquemos, ideemos, propongamos estrategias propias que nos permitan, no únicamente sentarnos en una “curul” sino poner nuestro sello histórico en la construcción de una sociedad mas humana, más justa, más equitativa, más equilibrada y más solidaria.

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