1.4.08

Trabajando y Soñando, por Irene Solera

A Rodrigo Soto



Escucho a los obreros de la construcción de lunes a sábado, todas las mañanas, desde las 6 AM hasta las 5 PM. Sé que están allí porque a esa hora, saco mis mascotas al jardín.

Los obreros conectan la radio a todo volumen para darse ánimos: escuchan rancheras primero, luego pasan a una estación de radio más romántica y bromean y cuentan chistes.

Pareciera que la pasaran bien. Pero nada más lejos de la realidad. Viven en un mundo muy reducido y muy duro: el de la necesidad.

Tener que venir a trabajar a las 6 AM, desde algún barrio marginal del país, llueva o truene, porque en caso de faltar el capataz los sustituiría en un instante, debe ser muy duro. “Prohibido enfermarse”, debe estar escrito en sus mentes y en sus corazones.

Los miro de reojo cuando saco a caminar a mis perritas.

Me da la impresión de que sueñan con algunos, o con todos, los productos enlatados que les vende la publicidad de nuestra sociedad de consumo. Comprar una pantalla plana de televisión, algún día, comer en McDonald’s, jugar a los “chances y a la lotería” y hacerse millonarios “de la noche al día”, ver a Don Francisco en “Sábados Gigantes” o las novelas que pasan en la televisión nacional. Ahí, el pobre o la pobre siempre resulta hijo ó hija del patriarca millonario, del dueño de la plantación de café ó de banano, y se casa con el hijo o con la hija adinerada del cuentazo.


Es muy duro y muy triste que el poder que ejercen los políticos respecto a lo que se hará con el exiguo presupuesto asignado al MCJD, no llegue a los obreros. Y por obreros, incluyo a todas las clases marginales de nuestro país.

Conozco dos Costa Ricas.

Una de pobres y otra de ricos. Aunque pertenezco a la Costa Rica privilegiada y nunca me ha faltado nada en la vida, me duele en el alma la Costa Rica dejada de la mano de Dios o de la Vida, como prefieran llamarla.

Hay Juntas Directivas de distintas empresas con muchísimo dinero, donde los nombres de sus integrantes se repiten, una y otra y otra vez. Año tras año, reunión tras reunión. Ahí se decide, con gran irresponsabilidad, desde su óptica, sin consultarle a persona alguna que esté verdaderamente informada sobre la realidad nacional.

Son la oligarquía tica (ya casi gringa) al mando de la Cultura del país, entre muchas otras cosas. Ellos toman las decisiones de quién va a ganar tal o cuál sonado premio, deciden qué conviene que vea “el pueblo” para que se entretenga sin molestar. Para que continúe mansito. Para que nada cambie, todo lo contrario. Para que sean más dóciles, para que el espíritu crítico que despierta la Cultura no aparezca en el pueblo ni por broma.

Para la mayoría de los adinerados de la Costa Rica privilegiada, “más, siempre más, porque nunca es suficiente”, nunca es suficiente.

Guardemos, entonces, a la Cultura, en una caja fuerte. Repartamos los premios de importantes sumas de dinero entre nuestros amigos y amigas, los de siempre, los de confianza, los que no cuestionan nuestra voracidad.

Oigo a los obreros de la construcción de al lado recoger sus malitates cerca de las 6 PM. Van a pie, en silencio algunos, silbando una tonado otros, a pie. Para volver a la misma realidad al día siguiente.

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