Las Semillas de Sibö , por Isabel Ducca
A mí me cuesta mucho hablar de las etnias indígenas y todavía más escribir acerca de ellas. Igualmente me sucede con la etnia afroamericana, aunque he tenido mucho más cercanía desde niña. Tengo una inhibición porque no quiero idealizarlas o despreciarlas; los dos extremos en los que oscilamos los ladinos frente a los otros y otras que no conocemos pero que consideramos estar en capacidad de juzgar. Hoy me atrevo a hacerlo porque quiero expresar un reconocimiento histórico. Posiblemente de éste, ellos y ellas ni se enterarán, pero deseo dejar constancia de que, por lo menos para mí, acaban de enviar un aviso, un mensaje y un ejemplo a seguir. En todos los territorios indígenas de nuestro país el NO al TLC ganó con un alto porcentaje.
En años recientes, durante la administración de Abel Pacheco, la zona de Talamanca dio una lucha significativa contra la petrolera, cuya proyección en el resto del país fue mínima. Quinientos años después la resistencia indígena continúa, vive, se fortalece y es capaz de enfrentar la presión del imperio de las transnacionales. Una parte de la humanidad que carece y ha carecido de cualquier forma de retribución honesta y humanitaria por todo lo que le fue arrebatado en su propio territorio, resiste y no solo resiste sino que combate y hace retroceder a la codicia y la sed de posesión del capital. ¿De dónde les viene la fuerza? Generalmente, cuando ellos y ellas responden, hacen alusión a su conexión con el Cosmos y la Madre Tierra. Es decir, su resistencia es espiritual. No estoy en capacidad, ni lo pretendo, de escribir acerca de su espiritualidad. Podría hablar mucho acerca de la, en muchos casos, falsa espiritualidad ladina. Pero no es el tema. Solo quiero compartir dos símbolos que guardan alguna relación con esa fuerza espiritual.
El primero de ellos son las semillas. Según uno de sus relatos, los indígenas descienden de unas semillas que trajo Sibö. "Las semillas estaban puras, venían sin mezclar. Por esa razón no se puede decir que los brisbris vinimos con los blancos. Vinimos únicamente nosotros y en aquel lugar está el río en el que Sibö nos bautizó, nos bañó y lavó nuestras semillas siendo aún granos de maíz. Nuestro origen está allí y por eso aparecen animales en piedras, como caimanes que están puestos en la posición de los árboles o postes. Allí nuestro rey es Suláyibi y nosotros mismo sabemos que Sibö nos creó allí, cuando amaneció y que allí Él vino a visitarnos." 1 Desde mis marcos de referencia ladinos, solo puedo preguntarme y tratar de imaginarme cómo será una relación tan radicalmente integrada con el entorno en el cual una crece.
El otro es relativo a los extranjeros. Dice así: "Están allá debajo del sol y de allí Sibö fue a traerlos, pero no venían como semillas de maíz ni como otras semillas, sino que venían como piedra y como hierro. Es por eso que los extranjeros blancos nos ganan a nosotros en muchas cosas, pero, en cuanto sabiduría, nosotros los superamos a ellos. Si algo catastrófico les sucediera, ellos no tendrían poderes para enfrentarlo. (..) Al principio, Él los dejó allí; luego los trajo hasta aquí en forma de piedra, los dejó hechos de piedra. Sin embargo, eran seres no humanos, y ahora se multiplican igual que nosotros. En apariencia, los extranjeros y nosotros somos parecidos."
Frente a la dureza de la piedra y el hierro, la semilla es frágil y débil. Pero cuenta con la fuerza y el poder de la vida. Es su germen , mientras que la piedra y el hierro pueden serlo de la destrucción. Quizás en esos dos símbolos se exprese y condense esa capacidad de mantenerse frente al poder destructivo. Todo relato mítico es, para la cultura al cual pertenece, la revelación de una verdad sagrada. En este caso, su verdad se convierte, desdichadamente, en profecía cumplida.
¿Cómo aprender de ellos y ellas? ¿Cómo lograr esa integración total entre ser humano y Madre Tierra? Quizás esta lucha también nos enseñe a escuchar su palabra y aprender de su capacidad para resistir, no ya como extranjeros para ellos, sino como sus hermanos diferentes. Pero esa cualidad sólo nos la ganaremos, si somos lo suficientemente honestos y honestas para reconocer que tienen una sabiduría que enseñarnos.
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