25.6.07

Doña Tierra, por Dorelia Barahona


La segunda mitad del año empieza entre calores y aguaceros encapsulados en un veranillo de San Juan, silencioso y expectante. ¿Qué va a pasar con lo que sigue del año? Algunos corren para que alguien les lea el futuro, les haga una carta astral, o les estire la piel como recurso drástico ante el correr irremediable del tiempo, otros se acercan a comprar lotería imaginándose el futuro en el billete como lo muestra la propaganda, y siguen, los campeonatos futboleros como la misma devoción con la que antes las viudas rezaban el rosario.

No voy a mentir, yo empiezo por pedirle a la Virgen de los Ángeles no perder el empeño con el que inicié el mágico conteo social del tiempo, desde el anterior 1 de enero de 2007, cuando las estrellas en el cielo me abrieron el tercer ojo y pude ver a Juan Santamaría moviendo la cabeza negativamente desde su pedestal de nubes. Detrás de él estaba Juanito Mora con cara de incrédulo, haciendo un hueco con sus manos entre los cielos, supongo, pensé esa noche, que tenía esa cara al darse cuenta que el germen del filibusterismo que creyó exterminado con sus campañas, fue resurgiendo poco a poco en estos años, con la ayuda de manos visibles e invisibles, hasta lograr cercar la ciudad de la patria con sus himnos a la producción y la materia, como antes lo hacían al progreso y el blanqueamiento social.

Le pido a la virgen no perder el empeño porque las mujeres si sabemos lo que es eso; sobrevivir, darle y darle a la carreta hasta subir la cuesta y no desfallecer ante las tretas del camino, por algo las seguas solo le salen a los caballeros y también los curas sin cabeza. No perder el empeño y mantener la devoción por la familia, por los lazos de amor y no de negocios, por las relaciones surgidas al calor de la calidad y la inteligencia y no de la transacción y la utilidad. Mantener activo el trabajo por la lucidez, la libertad y la soberanía, por la memoria y la responsabilidad, por la honestidad y la conciencia absoluta de que la dicha, la alegría de vivir, no tiene mucho que ver con la acumulación de baratijas.

El verdadero oro es la pertenencia, la aceptación de una manera de vivir, sencilla en réplicas y barroquismos y rica en espíritu, acorde con la madre de todos: doña Tierra.

Eso es lo que me dice la virgen que tenemos que seguir haciendo para estos seis meses restantes de 2007, después de repetirme, que a la tumba nada nos llevábamos, ¡y cuántos miles de años le ha costado a la historia de los humanos entender esto! Ahí están las pirámides para empezar el conteo.

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